martes, 16 de agosto de 2011

Salsa rosa

Llegábamos a nuestro hotel en Sapa una hora después tras recorrrer una carretera neblinosa. Y sorpresa: cuando nuestro minivan se detuvo en la puerta del hotel, cientos de mujeres y niños Hmongs se agolparon alrededor de la furgo, ataviadas con sus trajes típicos. No podíamos salir. A mí me recordaba la salida de los toreros de las plazas... Amparín y yo nos miramos... Preparados... listos... corre! Y nos metimos en el hotel seguidas de una avalancha de Hmongs negros (hay hasta siete etnias distintas en esta zona) que intentaban vendernos todo tipo de enseres. Entre ellos, unos peines que ellas se ponen en el pelo, tal cual, a modo de adorno (imaginad un peine de estos que te ponen en los hoteles de ammenitie, en la cabeza, de adorno).

Los Hmongs pasan el d'ia a las puertas de los hoteles esperando la salida de viajeros. Así que cuando salimos del hotel cual Pantoja con nuestras gafas de sol, sólo nos falta decirles, al más puro estilo Lola Flores: "si me queréis, irsen."


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