Hay que dedicarle unas líneas a la noche cusqueña. Noches frías de la sierra peruana.
Aunque gran parte de las noches de este trayecto las hemos pasado en los más o menos confortables hoteles, sí hemos dejado margen para la nocturnidad....
Probamos la noche cusqueña. Acompañada de cerveza brasileira en este caso y después de escuchar un buen repertorio de música andina y latina LIVE en el popular UKUKUS BAR, comenzó la hora de bailotear y mover las caderas...
En un momento de la noche y cuando habíamos dejado el frío a un lado para adentrarnos en el pegajoso mundo de la bachata, Victoria creyó que habíamos ligado con unos cusqueños de marcados rasgos nativos. Yo le contesté: No, Victoria: son putos. ¿Cómo que putos? Putos.
Bailaban moviendo sus largos cabellos negros al estilo Último Mohicano, aproximándose a nosotras a ritmo de cumbia... pero por desgracia para ellos, habían sido identificados por mi desconfianza omnipresente. Victoria estaba fuera de peligro. De nada, Victoria.
Un rato después bailaban arrimaditos a unas francesas de mejillas rosadas que les sacaban 20 años a cada uno. Por su parte, Victoria y yo, retornamos al hostal somnolientas y cabizbajas.... que no!!! que cabizbajas no!!!! Los putos fueron nuestro tema de conversación en los siguientes días y una excusa para reirnos en nuestros ratos de soledad selvática.
Y así acabó nuestra primera incursión en la noche cusqueña y una historia nunca comenzada. (Esta aclaratoria última quería Victoria que la añadiese).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
En fin.. Que pensar que hemos caído bien a unos bailarines con pies alegres... implica tener a la malpensada y desconfiada MCruz alerta para alejarme todo peligro viviente...
ResponderEliminarCon lo bueno que es ser amable...
Ahora me hago una idea de lo maravillosamente bien que escribes.
ResponderEliminar